A finales del siglo XIX el alumbrado público de nuestro pueblo era a base de “aceite petróleo”, según consta en los documentos consultados. Así resulta que en los días de luna de los meses de de noviembre, diciembre, enero y febrero, los faroles de petróleo tenían que estar encendidos seis horas al día, cinco horas en los meses de septiembre, octubre, marzo y abril y cuatro en los meses de mayo a agosto.

 

 

De noviembre a febrero, se encendía de a ocho de la noche en cada uno de los crecientes de la luna, y de nueve a once en los días de luna llena.

 

También los días de feria, la víspera y posterior a la Santa Cruz estaba obligado a encender los faroles como si de noches sin luna se tratara.

 

Los primeros años nos encontramos con el precio de cada una de las cosas que tenía que suministrar el Ayuntamiento; así sabemos que la arroba de veinticinco libras de aceite petróleo debía costar 6'75 ptas., la docena de tubos a 3'50 ptas. Y la vara de torcías a 20 céntimos de peseta.

 

Desde 1882 el arrendatario debe suministrar por un “precio determinado” (global) todo el material necesario para que el sereno pueda cumplir con su misión. Unos años la subasta queda en 440 ptas., otros en 500 ptas. Y otros en cero ptas. por falta de arrendatario y entonces es el Ayuntamiento quien con cargo a su presupuesto compra directamente los materiales necesarios para el mantenimiento del alumbrando público. Esto ocurre desde el ejercicio 1895 hasta 1902 año en el que llega el alumbrado eléctrico a Alpera y por lo tanto desaparece este tipo de alumbrado.

 

La iluminación nocturna debía ser un poco escasa para lo que actualmente estamos acostumbrados pues en todo el pueblo sólo existían 32 faroles de petróleo, hoy habrá más de cuatrocientas farolas.

 

Las subastas se realizaban a la baja durante el mes de junio del año correspondiente y el contrato entraba en vigor el día 1 de julio y finalizaba el 30 de junio siguiente.

 

Rafael Jara Pozuelo. Ayuntamiento de Alpera.